martes, 30 de diciembre de 2014

ME DECLARO ÑOÑA

En esta época del año donde ya no hay tiempo para más, y estos 364 días que dejamos atrás ya están perdidos, mucha gente realiza balances poniendo sobre la balanza lo bueno y lo malo que les dejó el año. Otros tantos saludan al año que se va y le dan la bienvenida como si fueran seres humanos. No los critico, hasta no hace mucho hice lo mismo.
El punto es aquí que vengo a hacer mi resumen del año con una vuelta de rosca. Como si firmara un parte de ex convicto, vengo a declararme aquí noña. Sí, Lisa Simpson queda un poroto.
Este año llegó el título tan esperado, y las tesis que aún faltan rendir. Como si eso fuera poco, si hacemos un promedio de mis ganancias y pérdidas más de la mitad se fueron en libros y escritos de todo tipo. Cursos por aquí, dólares por allá, sí señor no todos fueron a precio nacional. Posgrados a punto de terminar y ñoñar una y otra vez.
Gracias, por que gracias a la intelectualidad voluntaria llegó uno de los trabajos esperados, porque no me aburrí en ninguno de esos 365 días, gracias por que aprendí a ser mejor profesional. Y como diría Lisa, no me averguenzo porque la Felicidad es inversamente proporcional a la inteligencia

miércoles, 24 de diciembre de 2014

HOY ES NOCHEBUENA Y MAÑANA ES NAVIDAD

No seamos ilusos, desde  que la Coca Cola puso sobre la mesa la figura de Papá Noel o quizás ya algún tiempo  antes, el nacimiento de Jesús dejó de ser una fiesta meramente religiosa para convertirse en una fiebre de consumo. Pero no es tiempo ahora de hacer un ensayo teológico sobre todas esas cuestiones.
Pocos días antes de la llegada de la navidad, los terrícolas se vuelcan masivamente a comprar regalos: desde el bebé recién nacido, hasta la tía Porota que está tocándole los piecitos a Dios, todos reciben el presente. Lo peor del caso, que con la inflación que azota al país, los regalos, como los sueldos, van bajando de calidad.
No termina ahí. Decenas de nonagenarias asisten a las peluquerías de barrio para hacerse teñir, atarse los ruleros y modelarse el pelo. Los días posteriores no se lavan la cabeza, porque podrían volver a peinar canas o desteñir el cabello ¡Mamita! ¡ Y con los 40º C que cada año hornean a Tucumán!
Las mujeres, sobre todo, recorren por horas locales de ropa buscando alguna que otra prenda para estrenar. Gasto inútil, si al fin y al cabo se visten bonito para quedarse en casa y lavar platos hasta bien entrada la madrugada. La tarea femenina no termina allí. En esa misma salida, el desafío es encontrar "El calzón de oro" en esos canastos que las lencerías llenan de bombachas rosas de oferta,  que todo el mundo toquetea y que, como están de oferta tienen un elástico de calidad taiwanesa.
Si su problema es la hipertensión no concurra al supermercado. Allí, durante las largas horas que demanda la tarea de hacer fila para pagar, hasta el más bruto puede hacer un estudio sociológico de los hábitos de consumo de los argentinos. Los hombres llenan el carrito con maltas, vinos, espumantes y fizzes baratos creyendo que esos los alimentará durante toda la época festiva que se extiende durante 10 días aproximadamente.  Las mujeres compran turrones, praliné (que sólo en diciembre es denominado garrapiñada), pan dulce lleno de frutas podridas y cuanta comida nórdica se le parezca ¿Nadie les dijo que con el calor que hace nos vendría bien una ensaladita y comida fría?
Ya llegado el 24, la tarea de las féminas es cocinar puercos adobados desde octubre (Si bromatología se entera...), hervir matambres arrollados, hornear pollo y pecetos mechados - recordar aquí el hecho de la peluquería y los informes meteorológicos antes mencionados-. Los hombres se abocan a llenar la heladera de etílicos y armar sandwiches de miga, que con la humedad de este territorio se secan y llegan a la noche con todas sus esquinas dobladas.
Sin embargo cada nochebuena es un recuerdo, un abrazo compartido con los que ya no están. El abuelo Braulio que seguramente  dará gracias en el más allá por el campeonato de La Academia  y renegará por los sandwiches de queso y mayonesa. El abuelo Humberto que desde donde esté llenará la pileta del lavadero con  hielo para enfriar las bebidas. Las tías que seguramente harán sus comidas italianas para la larga mesa de allá arriba.
A levantar la copa, a reírse de los problemas y a ser inmensamente feliz ¡Feliz Navidad!

jueves, 18 de diciembre de 2014

DESEOS PARA EL AÑO ENTRANTE

A los diez y ocho días del mes de diciembre de 2014 en la ciudad de San Miguel de Tucumán, Argentina, quien suscribe manifiesta sus deseos y anhelos para el año próximo. Sin genio interviniente, el número de anhelos no se limita a tres, pero por respeto a los interlocutores la autora se autoregula a diez. Teniendo en cuenta que la sociedad en su totalidad ha comenzado con su clásico "balance" destinado a la época de fiestas, aquí hago el propio Si la desgracia llega antes a la vida de esta joven, pido a mis familiares directos y quienes alguna vez me tuvieron estima,  tengan a bien cumplir mi última voluntad.
Regístrese y archívese
(Aquí estaría la firma. Imagínesela)


1- Que mi casilla de mail se auto vacíe cada mañana eliminando los correos de PELOTUDOS
2- Que se extingan los pelotudos. Si le quito el saludo es porque ha entrado en esta categoría.
3- Que los buenudos dejemos de ser  boludos. La palabra compuesta no es válida y si altera el orden de los factores.
4- Se almuerza rico todos los días, sin excepción
5- La fruta no es postre, la ensalada de las mismas sí.
6- La cerveza siempre fría, el café fuerte y caliente.
7- No dejen a los niños sueltos en el microcentro, sin excepción
8- Que la gente no haya ruido al comer, POR FAVOR
9- Que se mueran los reptiles y roedores del mundo todo. TODO
10- Ser feliz, cumplir las metas, superar obstáculos.



miércoles, 10 de diciembre de 2014

YOU ARE SPEAK ENGLISH?

"Son 400 pesos por mes, por persona".  El mensaje de facebook cayó como un balde de agua fría a estos tres seres vivos que estamos rozando el lumpenaje.  Tres jóvenes profesionales o a punto de serlo se avivaron tarde. Era agosto y con mi novio y una amiga habíamos decidido comenzar a tomar clases de inglés. Para no perder el ritmo, para tratar de mejorar el currículum, en fin vaya uno a saber porque, pero nos pusimos la exigencia de aprender la lengua anglicana.
Nos hicimos los exquisitos y buscamos en esos grupos de  facebook que venden desde caniches hasta sedas de la India, una profesora particular que pueda venir a enseñar a casa dos veces por semana. Ilusos. I-lu-sos. Era lógico que nos iba a salir más caro que una negra con pito (como diría mi abuela)
Es así, como por alguna investigación fraudulenta de mi amiga caímos en un instituto que, según su nombre indica traducido al castellano se denominaría "Chicle". Allí donde van a aprender inglés los "Jóvenes profesionales".
Ese lugar, convertido en centro del saber extranjero está situado en una vieja casa chorizo del casi centro. Tiene puertas y paredes decoradas en tonos claros y viejos (rosa viejo, verde viejo y algún que otro durazno) que no son de mi agrado. Más bien me deprimen. La decoración es casi barroca. Pertenece a tres maestras y como es de conocimiento popular las maestras decoran todo con flores, mariposas de papel crepé y lienzo ecológico. A veces cuando mi imaginación vuela pienso que las maestras deben tener la cortina del baño de su casa hecha de  lienzo ecológico y papel crepé (Pero eso es tema aparte)
Atienden de 18 a 21 hs y resulta ser una extensión del kinder. Allí, los padres depositan a sus niños para que aprendan y nos rompan  la paciencia a los adultos con canciones como "It's rainy, It's claudy", mientras tratamos de asimilar los pronombres posesivos, al tiempo que escuchamos esas horribles voces de pitos.
Así, transcurrimos el año entre las criaturas, el verde aceituna de la pared,  las mariposas y flores. Aprendimos, sí, eso no lo niega nadie. Pero... he aquí la cuestión. Dividieron el exámen final en tres partes, como si fuéramos parte del kinder y encima pagamos la cuota de diciembre por tres clases como tres pelotudos.
Pare de sufrir

lunes, 8 de diciembre de 2014

YO NO MIENTO; EXAGERO

 "Yo no miento, exagero". La frase está siendo extensamente usada por todo el mundo: desde blondas que desean ser percibidas como seres humanos con cerebro hasta mi mamá cuando dice algún que otro infortunio. Lo cierto es ( no es que lo que dije anteriormente sea mentira, sino que es una frase usada por la prensa) que está tan a la moda como estuvieron en los noventa el clásico "Si querés llorar, llorá" de Moria o el "Pum para arriba" del por entonces flaco y demacrado Marcelito Tinelli. La moción actual se usa tanto que se va a gastar. Lo advierto.
En fin. Si hay alguien que realmente merece el uso son los tacheros. Género humano fácilmente reconocible por exagerar y mentir a viva voz, gritar sus verdades inverosímiles a los cuatro vientos.
Viernes por la tarde. 9 de Julio y San Lorenzo. Tomo el segundo taxi de la parada tubo. Pienso ahora que nombre horrible le fueron a poner. En el asiento delantero me espera un hombre que se parece a Krusty.
-Buenas tardes, me dice con tono amable.
-Vamos a La Rioja al ..., le respondo.
-¡Meta riojano!, le grita al chofer de adelante que no logra traspasar el incipiente semáforo en rojo.
-Puta el santiagueño este, refunfuña.
Transitamos un par de cuadras y sin esperar feed back de mi parte empieza a largar una lista eterna de cosas que no le interesan a nadie
-Hay que ser bien hablado en esta vida, me dice mientras yo trato de encontrar un consuelo a mi dolor de cabeza mirando por la ventanilla, tratando de encontrar una explicación a su paradoja. Si hay que ser bien hablado ¿En qué lugar entran los improperios? Continúa:- la verdad que hay gente que se le nota lo tucumano.
- El otro día en esta parada hay un chofer que venía con la música a todo lo que da. Un chango jóven. Estaba escuchando los Ángeles Negros. Uno de los choferes le dice... interrumpe el relato el clon del payaso e imposta la voz buscando ponerse en personaje.
-Eh chango que ací escuchando eso vo', lo imita
-Es que esto escuchaba mi viejo, y por eso lo i estoy escuchando yo, cambia de personaje.
-Ah bueno, finaliza el relato el tachero. No sin antes aclarar que el además de tachero es gerente de una multinacional.

lunes, 1 de diciembre de 2014

BIENVENIDO DICIEMBRE

Cada año, subirse al tren de diciembre resulta toda una aventura.
Por estas alturas del año ya sólo cabe la resignación. Ahora, sabemos con certeza que de todas aquellas cosas que prometimos del 31 de diciembre del año pasado, hace 360 y pico de días, sólo cumplimos el 25 por ciento.  No bajamos de peso, no conseguimos un trabajo mejor, no logramos un aumento, seguimos tan gruñones como siempre, sin perdonar al pelotudo que te rayó el auto, y levantándote cinco minutos después de que suena el despertador cada mañana. Es lo que se conoce como el clásico Balance.
Así como los medios de comunicación hacen el anuario, en cada una de nuestras materias grises comienza a circular el video que resume el año personal. Nobleza obliga:  nos dan más ganas de largarnos a llorar que de reír a viva voz.
Sumado a eso, se empiezan a lustrar las escopetas para los saqueos nuestros de cada año y se empiezan a juntar los últimos pesos, porque te das cuenta que para las vacaciones no llegás ni a la localidad más cercana. Para colmo no reciben tarjeta de crédito.
Pero no todas son pálidas en esta vida. Con la llegada de diciembre llega el armado del árbol navideño. Aquella jornada  en la que te hacés una especie de milanesa humana para dejar contentos a niños y abuelos, porque seamos sinceros a los adultos el arbolito nos importa un huevo.  Bajar el  pino canadiense de la caja en la baulera. Llenarte de tierra, manguerearlo: mojarte, sacar los adornos: llenarte de purpurina. Así, quedás más parecido a Zulma Lobato que a cualquier ser humano normal. (Ojo, capaz te sirve de algo y podés cobrar el subsidio nuevo). Cumplido este paso, llega el tensionante momento de las luces que por más acomodadas que las hayas dejado el año pasado, las hijas de puta siempre estarán enredadas. Cumplida la tarea llega el último paso: buscás el pesebre y te dás con que es un rejunte de pesebres de los años anteriores porque en promedio, cada año se decapitan al menos dos reyes magos. Así, tenés dos Reyes Magos negros (Disculpas INADI) o una virgen María melliza de una pastora. Sin embargo, no se termina aquí. Si tenés la suerte de tener una casa espaciosa la casita de madera terciada va sobre bollos roñosos de papel madera sin estabilidad. Si tu casa es una caja de zapatos el pesebre va arriba de tu cabeza.
Si la crisis social es el riesgo de cada diciembre ¿Que esperar del aumento del precio del peceto?. Según las amas de casa seguidoras de Lita de Lazari, precavido vale por dos, octubre es la mejor época para juntar las compras navideñas por el bajo costo. De esa forma el freezer se llena de pecetos, matambres y cuantas carnes suculentas existan para no dejarte lugar para un sólo porrón  cuando la temperatura acecha calcinante.
La última amenaza. Desde hace poco más de dos décadas cada diciembre somos testigos del probable fin del mundo. Si a mí me pilla el fin del mundo que me agarre bailando, por eso, cada fin de semana del último mes del año me la paso de juerga  en juerga
Al fin y al cabo ya llegan las vacaciones.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

REPARADOR DE COSAS VIEJAS SE BUSCA

No soy vintage. Mucho menos de aquellas idealistas que creen que todo tiempo pasado siempre fue mejor. Pero... estos días que corren y las obligaciones frente a la pantalla de la computadora, la tablet y cuanto dispositivo tecnológico tenga a mano, me hicieron o pensar en la vieja máquina de escribir que vive juntando tierra en uno de los placares de mi casa. Sí, aquella que yo misma rompí como una maldición, cuando de chica jugaba a teclear textos en ella - debe ser que desde siempre quise dedicarme a esto-.
Sepan que por esta razón me odio, me odio con toda mi alma.
No es una Olivetti. Desonozco su procedencia y su marca, así como desconozco el paradero de la vieja Olivetti que mi abuelo tenía para hacer sus tareas laborales allá por el siglo XX cuando era joven. Hay dos opciones o se la tragó la tierra o mi abuela la mandó al cielo de las máquinas de escribir.
El punto es, que en alguno de esos caprichos que le surgen a uno en la vida, me gustaría reemplazar el tecleo de mi notebook por el taka- taka-taka de la máquina ( O mejor dicho el takatakataka, porque yo escribo rápido)
Podría llamar a Don Carro, el reparador de Olivettis del barrio, pero desde hace más de una década las computadoras le pusieron fin a su oficio. Desde ese entonces se dedica a calentar la silla, 5 horas al día,  bajo la morera de la vereda de su casa.
En fin, si usted amigo/a, conocido/a o allegado/a - palabra en desuso desde los años '90- quiere colaborar con el capricho de una joven periodista que desea teclear con gusto, brinde una mano a este llamado a la solidaridad y recomiendeme un reparador de máquinas de escribir.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Señoras y señores, damas y caballeros, Missis and Gentleman. Si usted está pensando en agarrarse una buena borrachera no se lo prohiba. Pues una borrachera es válida en todo tiempo y lugar, a menos que aún no haya terminado su infancia, posea un celular con viejos contactos y/o esté usando tacos altos. Este mensaje es especialmente para las damas aunque aquí no le hacemos asco a nada.
Cualquier bebida es apta para borrachera mas desde nuestra editorial recomendamos que no sea con vino o champagne añejo, pues su bolsillo sufrirá las consecuencias. A menos que usted sea un gran magnate árabe siempre vienen bien las bebidas blancas de mala calidad y las nunca bien ponderadas maltas.
Si usted, está pisando los 30 amigo/a y aún no ha vivido la experiencia de una buena curda sepa que ha desperdiciado vivencias impagables de la vida. Desde los más pudientes, hasta los más pobres. Desde los más religiosos, hasta los más ateos, todos alguna vez en la vida han sentido sobre sus cuerpos los efectos etílicos sin morir en el intento (algunos sí).
Al fin y al cabo la borrachera tiene sus consecuencias. Si usted es de los borrachos alegres sepa que llegará un punto donde su humor se volverá insoportable y terminará tirado en un sillón riéndose sólo mientras ve moscas volar, colmará la paciencia de sus amigos que seguirán tomando lejos de usted o seguirán dándole de beber hasta que se calle. Si su caso es de los borrachos melancólicos sepa que repetirán las acciones anteriormente descriptas, pues se volverá insoportable. En último caso, si su borrachera termina en un dulce sueño, sepa que terminará adentro de la ducha y bebiendo café.
Un último consejo: si usted es mujer trate de apagar su teléfono móvil y olvidar todo lo que pasa en la noche, probablemente terminará en brazos de algún hombre que desea su cuerpo desde hace algún tiempo. Si usted es un especímen del sexo masculino trate de no responder a las preguntas que le haga la mujer con la que comparte su vida, al regresar a su hogar.
En conclusión: la borrachera hace más feliz al corazón, no así a la cabeza.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

LAURA

Aquella tarde llovía copiosamente. Laura estaba sentada bajo el gran ventanal de cortinas rojas que daba al patio de adelante de su pequeño departamento. Tenía una taza de café en la mano. Al fin y al cabo su vida era eso: café de día, vino blanco por la noche.  Tenía puesto su pijama de caracoles que tanto le gustaba. Apreciaba los pijamas por sobre todas las cosas. Los consideraba prendas cómodas  y hogareñas capaces de todo uso. Estaba descalza, pues le gustaba sentir el piso bajo sus pies.
Laura adoraba la lectura y creía que los días grises eran propicios para tal propósito. Seguía paciente y concienzudamente cada línea de un cuento de Borges que la tenía atrapada, mientras las gotas de lluvia golpeaban con cadencia el vidrio.

De pronto sonó el teléfono, en una primera instancia Laura hizo como que no oía y siguió abstraída en la lectura. Sonó dos, sonó tres veces. Laura se levantó del cómodo puf en el que estaba bajo la ventana levanto el tubo. Soltó  la taza de café y la caída manchó su pijama, el agua de lluvia comenzó a golpear más fuerte el ventanal y de su rostro comenzaron a caer lágrimas.

sábado, 30 de agosto de 2014

Sin nombre

Que no se acaben nunca los besos fugitivos, los robados, clandestinos.
Ojalá nunca mueran las malas lenguas, mucho menos las buenas.
Anhelo y deseas que los vidrios sigan escondiendo los encuentros.
Que la clandestinidad no pase a mayores
Que las caricias disfrazadas de amabilidad no pasen de moda.
Que siga habiendo disculpas, malos días y días mejores.
Que las manos no se alejen nunca.
Que los celos no se ahoguen en alcohol.
Que los sentimientos puedan ver la luz de una vez por todas.
Que las palpitaciones sean sinceras.
Que llegue todo. Que nada se acabe.

lunes, 25 de agosto de 2014

LOS PERIODICOS BAJO LA LUPA

Diarios sobre Diarios es plataforma de visita obligada para profesionales de la comunicación y público en general que desea saber sobre la calidad de información que se consume.

Una de las causas por las que el periodismo entró en crisis en los últimos 20 años es la estrecha línea que separa el público de aquellas personas que están formadas para contar historias. 
 La world wide web llegó para reinventar los medios tradicionales. Con la  accesibilidad y libertad para moverse dentro de la red, abundan datos falsos en un mundo digital donde las personalidades son difusas y el desafío está en saber elegir.
Diario sobre diarios es una plataforma constituida como un observatorio de medios, un sitio de vital importancia para aquellos que cada día se plantean qué tipo de información elegir frente a los diarios tradicionales y a través de las pantallas.
El ritual de leer el diario, ahora se hace en bytes*, pero el problema que permanece es que pocas personas son conscientes de la calidad de información que se consume. Eso, es lo que viene a subsanar Diario sobre Diarios. 

La historia

Nacido en el año 2000 como Grupo Consenso, la unión de periodistas brindaba servicios de información. Con su desembarco en Internet y el nacimiento de la página web,  el  objetivo, según explica Dardo Fernández, director del grupo, pasó a ser decodificar los mensajes emitidos por los medios.
El sitio brinda de lunes a viernes la lectura cruzada de  nueve  matutinos porteños. Aunque también tiene su versión bonaerense y cordobesa. Pretende además, resignificar ese papel de los medios conformadores del cuarto poder y  la opinión pública, a través de su sección Zona Dura.
Allí, muestra los manejos de algunos de los medios más leídos de la Argentina permitiendo a los lectores hacer una visita a las fuentes primarias de información a través de los hipervínculos. Por ejemplo un análisis de Olé.


De todo y para todos

Con el avance de la tecnología y la producción las viejas premisas de informar  y entretener cambiaron. La telaraña mundial es un vehículo para analizar y discutir, aunque el oficio puro quede para pocos.  Como servicio a los comunicadores cada tanto se actualiza una agenda con propuestas de profesionalización y, por otro lado informes de diferentes personalidades
Al provechoso uso de recursos multimedia (lenguajes audiovisuales, gráficos de medición de audiencias y galerías de fotos para mostrar las tapas del día) se suman marcas particulares: las negritas para destacar nombres propios, la volanta temática que encabeza las notas y un título clásico de sujeto, verbo y predicado.
Diario sobre diarios se constituye de esta forma como un Medio de culto para aquellos que aún en la web no han abandonado el oficio, el respeto por las fuentes y sobre todo la ética. Desde el año 2000 estos periodistas ponen bajo la lupa la información.
Las imágenes que utiliza el sitio web son críticas de la política. El vicepresidente disfrutando de La Mancha de Rolando en medio del proceso judicial por el conflicto con la ex Ciccone Calcográfica.




lunes, 21 de julio de 2014

FÚTBOL TOTAL

Dicen los viejos futboleros que la vida es eso que pasa entre mundial y mundial. Pero el balón no sólo rueda cada cuatro años. En el medio hay campeonatos, ligas provinciales, copas internacionales, fechas FIFA, partidos entre amigos y pelotazos en los potreros. Al fin y al cabo los 365 días del año hay al menos un minuto de fútbol.
Otros fanáticos creen en el deporte milagroso. Ese, que según las palabras de un enfermo de la redonda  "Te puede curar de una gripe".  Los escépticos y ateos difícilmente formen parte de este fenómeno que más que eso, para varios seres humanos es una religión que tiene a Maradona, Messi, Pelé, Neymar o Cristiano Ronaldo como dioses y santos. Varias generaciones, sin distinguir sexo, lugar de nacimiento,  ni condición social disfrutan de la redonda a donde quiera que vayan.
Tal vez algunos otros crean que las gambetas, los caños, las boleas y las chilenas formen parte de un mundo esotérico en el que las cábalas secretas y los hechizos de magia sean el alimento diario.
Sea como sea, el país respira fútbol y se alimenta de él. Sino ¿Cómo se explica que a los pocos meses de nacidos los niños ya sean merecedores de una pelota? ¿Que las adolescentes de 15 años anhelen un saludo de su ídolo deportivo en video para su fiesta? ¿Que el momento más sublime en la vida de un padre sea ir con su hijo a la cancha por primera vez? Pues hay algunas cosas que no tienen explicación y sólo se sienten.
"La primera vez que fui a la cancha tenía diez años y viajé a Salta capital porque Boca iba a jugar un amistoso con Gimnasia y Tiro,  que estaba en primera en ese momento. Era el Boca  que había salido campeón invicto. Mi papá tenía un centro de distribución de diarios y los conocía a los periodistas del Tribuno. Entonces,  entré con los changuitos ahí adentro del césped de la mano de Gustavo Barros Schelotto", me dijo Luciano, un hincha,  aquella vez que nos juntamos a tomar un café y a charlar de fútbol.  Fuera del grabador me confesó que en ese momento su mano transpiraba con el caudal de una catarata y que su corazón tenía las pulsaciones aceleradas.  Salteño de nacimiento y tucumano por adopción Luciano es un ferviente hincha de Boca que, cada vez que puede va a ver el club de sus amores.
El fútbol nos define como sociedad porque como dice Nicolás, que no pasa las dos décadas de vida, "El argentino no es patriota, es futbolero".   Y es que sólo el fútbol puede juntar hinchas rivales en el mítico estadio Maracaná. El fútbol corre en nuestra sangre argenta tan rápido que cada pitazo en el campo de juego te deja la piel de gallina, el himno tarareado también.  El fútbol es ese fenómeno que  hace abrazar a dos desconocidos para festejar, pintarse la cara de otro color, y de  saltar acomparsados al ritmo de una canción entonada con la voz impostada en la garganta. La redonda, es eso que hace compartir la bebida de un vaso popular y de salir corriendo ante el peligro. Porque no todo es color de rosa.
Ir a la cancha, al potrero, al campeonato del barrio es ser consciente de que se está yendo al matadero. El fútbol alcanza su máxima expresión como fenómeno sociológico cuando, a sabiendas de que hay una bomba de Hiroshima a punto de estallar, delincuentes armados y una olla a presión a punto de explotar, aún concurrimos a alentar al equipo.
"Yo siempre voy a la popular, a la Pellegrini donde  ves tranquilo (N de la R: El estadio de San Martín de Tucumán está emplazado entre las calles: Bolívar, Rondeau, Pellegrini y Matienzo). Van familias: padres con chicos, mujeres, clima más de hinchada familiar. Si te vas para la Bolívar o la Rondeau ahí te vas para la Barra Brava  que es más peligroso. Sé que la Barra es muy pesada. No me da miedo porque soy hincha de San Martín igual que ellos, si  fuera de Atlético sí. La hinchada de Atlético es como cualquier hinchada. , me dijo Nicolás  la vez que intercambiamos ideas. Él a sus jóvenes años es consciente de la peligrosidad del fútbol.  
 A propósito Luciano también me comentó:  "El hincha común dejó de tener un orgullo por su barra, dejó de bancarlo moralmente. Ya saben que son parásitos, que ganan plata, que viven de ellos, que son delincuentes. Eso es bueno porque en algún punto la hinchada ya no los está legitimando.  Estamos en un momento complicado. Bonano contaba que en España le decían: Eres muy mal arquero Bonano. Acá le dicen te vamo' a matá a vos y a tu vieja. Me encanta la creatividad esa de la hinchada argentina, y son cosas que no se tienen que perder pero en su justa medida".
La infraestructura de los clubes también habla a las claras del lugar de la historia del fútbol argentino en el que estamos parados. El progreso de los clubes del interior se detuvo o se quedó estancado para darle paso a las grandes potencias y su papel en la televisión. En el pueblo ya no sólo se ve el clásico del barrio, sino también el fútbol europeo, turco y africano. Ese, que sirve para tener tema de conversación al otro día en el trabajo o la escuela.
Asistimos a un tiempo donde el planeta tierra tiene forma de pelota, en el que  el fanatismo está teñido de sangre y en un contexto donde los colores nacen en el parto y mueren en la tumba.



miércoles, 9 de julio de 2014

Historia de los Mundiales

Algunas personas dudan de mi memoria, aunque si hay algo que no me falla es eso, algunos otros pueden dar fe.  Mi cabeza guarda una imagen, con la que descubrí el fútbol. Habré tenido tres años y  una gripe de esas que contagian. Mi papá vino, se acostó al lado mío. Encendió la tele y ahí estaba el equipo Argentino cantando el himno en EEUU. No me acuerdo más.
Francia 98 fue como un juego. En aquella época poco entendía de fútbol, reglamento, y asuntos técnicos. Fui a colegio de monjas desde jardín hasta quinto año. El partido con Inglaterra fue el paradigmático de esa copa. Una monjita tintirilla nos había enseñado el cantito: "Oh María, Oh María veni pronto a nuestra tierra, y protégenos el arco de los goles de Inglaterra". Pinturitas en la cara, los gritos por Batistuta sin saber quién era, la pegadiza canción de Ricky Martín y camisetas por doquier. De la tristeza de quedar afuera, no supe nada.
Sinceramente, Corea-Japón fue un dolor de todo. Desvelo por aquí, ojeras por allá, pasó sin pena ni gloria por mi vida. Sólo recuerdo a mi papá, triste por la vuelta a casa y una imagen de Sorín tirado en el campo de juego. La  historia no acaba aquí. Tengo viva, la imagen de Ronaldo levantando la Copa.
Alemania fue el quiebre.  Me agarró adolescente y en la etapa de transición.  Fue el clic donde supe que quería hacer del deporte, del periodismo, mi vida. Horas y horas de programación deportiva, amores futboleros y lecturas mundialistas por doquier. La histórica goleada frente a Serbia, en la misma pantalla que Inglaterra en el 98, en el mismo colegio, pero ya sin la monja del cantito. Todavía conservo la bandera de ese día. En octavos me abracé con mi papá a gritar el gol de Maxi. Después, vi sola el partido cuando los alemanes nos mandaron a la casa, y lloré. Fue una de las pocas veces que lloré por fútbol.
Sudáfrica me encontró estudiando, escribiendo, más madura, viendo el fútbol desde otro lado. Me acuerdo que hicimos una revista que se llamaba "La Pelota no se mancha", en honor al Diego. Con mis amigas de toda la vida, las mismas con las que vimos el partido de Inglaterra en el 98  y cantamos con la monja, con las que gritamos la goleada a Serbia, nos juntamos frente a Alemania, para romper el maleficio. Pero pesó más la historia y nos encontró  a las tres en un sillón, desplomadas, en silencio frente a la tele, abrazadas a un osito celeste y blanco. De más está decir que ahogamos las penas en el alcohol.

Esta vez, quiero sentir que las cosas son distintas y llorar de felicidad. Por ahora ya lo son. Falta un pasito. Aunque sea a la distancia me gustaría que se me ponga la piel de gallina otra vez escuchando a los dichosos que pueden cantar el himno allá en la tierrra verdeamarela. Ojalá el dios de la número cinco nos de la dicha de levantar la copa.  Ya rompí las cábalas, ya grité los goles con mi papá y ya escribí la alegría de los triunfos. Ahora, quisiera escribir la alegría de salir campeones.  

domingo, 25 de mayo de 2014

UN CUENTO DE AQUELLOS AÑOS

Mi abuelo, el Pancho,  como lo llamábamos cariñosamente, era hijo de italianos. Como buenos tanos y geniales inmigrantes siguieron al pie de la letra la consigna de poblar la tierra del plata y tuvieron ocho hijos. Mitad varones, mitad mujeres. Dos de ellas se quedaron solteras.
Mis tías abuelas:  la Elvira y la Mariana vivían en la casa paterna que  estaba en la Salta al 300. En realidad sigue estando, aunque ajada por el tiempo y sucia por los recuerdos, lo más triste, que ya no nos pertenece y que mi abuelo y todos sus hermanos partieron de este mundo hace casi diez años. Cuenta la leyenda que los abuelos habían adquirido ese inmueble de estilo chorizo por el módico precio de 40 pesos, en la época en que Europa estaba e guerra.
Cuando los abuelos murieron, cuando los hermanos se casaron, las tías se quedaron ahí, solteras, por elección. La Elvira tuvo  un novio, Mario. Salían, paseaban. El abuelo tano le había dado permiso para que Mario le dé la mano, sin embargo la tía confesó que chapaban en el zaguán. Una noche, mientras pavimentaban la calle Salta la Elvira perdió un zapato. Además del calzado, ese fue el final de la relación con Mario. A los pocos días se enteró que la engañaba. Nunca quiso saber nada más con un  hombre. Se dedicó a coser, a cuidar de la sobrina que había quedado huérfana y a mimar al resto de los sobrinos. La Mariana siempre fue medio ermitaña. Nunca se le conoció novio ni amorío. Su pasión era la cocina, la repostería y las manualidades.
El primer recuerdo que tengo es más o menos a los tres años. Era el primer cumpleaños con festejo que me hacían en la casa de mi abuela. Yo tenía puesto un vestido blanco, reciclado del casamiento de la hermana de mi mamá. Y para que no parezca reciclado mi tía Mariana me había hecho una torta de un carruaje de princesas. Pero no eran las tortas de masapán de hoy en día. La Mariana se las ingeniaba, hacía tortas con galletitas Opera, con cubanitos y con chocolinas. Hacía canchitas de fútbol, arbolitos de navidad, princesas y pelotas con el simple ingrediente de la imaginación.
La casa de las tías estaba en pleno centro, justo en la desembocadura del Pasaje Padilla. Era la cita obligada para ir al baño de urgencia o caer a hacer tiempo.  Te recibía una puerta de esas largas de madera, con visillos. Siempre estaba abierta. Luego, la puerta cancel. Un sillón estilo Luis XVIII, un espejo, las fotos de los abuelos. A la derecha el comedor, donde una muñeca con cara diabólica estaba sentada en una silla, mirándote, siguiéndote los pasos. En el pasillo la mesa larga para muchos comensales. Las piezas, la cocina y a la par el baño. Algo que a mi vieja nunca le gustó. Después el fondo. El árbol de la Mariana, un molinete de papel brillante, el pajarito, la tortuga de 200 años y el taller de hojalatero del abuelo, que seguía intacto.
Entrar a la casa de la tía era una aventura. Tenían esas sillas de mimbre que te hacían doler las nalgas. La Mariana era fanática de las novelas y nada podía interrumpirlas. La visita, se convertía en una especie de autoservicio hasta que Andrea del Boca terminara su función siestera. La Elvira, era todo lo contrario. Hablaba hasta por los codos y te daba toda la comida que tenía guardada. 
Las fiestas de fin de año eran una caricia al alma. Tanas como ningunas convertían la cocina de dos por dos en un desfile de platos gourmet vintage italianos. La Mariana deleitaba con el budín de pan y las tortas. La Elvira hacía ruespes: unas bolitas de masa rellenas de anchoas. De postre hacía rosetas y chicharata. Las primeras unas rosas de masas bañadas en miel y vino blanco. Las segundas unas bolitas de masa fritas, pegadas una por una con miel. Había que comer un poco de cada cosa, sino se ponían celosas. Porque siempre compitieron, sanamente.  De hecho, sus platos, tenían más convocatoria que los regalos de Papá Noel. Nunca nos eseñaron la receta. La última navidad quise hacerlos, pero no salieron igual.  
Los domingos la Elvira se levantaba temprano, hacía la pasta y amasaba fuccile. Unos fideos finitos y largos con un agujero adentro. Para que se meta la salsa según decía. El secreto estaba en meter una aguja de tejer para hacer el agujero, pero la gracia era que no se hagan bucles. Lo intenté y  debo admitir que es imposible.
En noches de tormenta, cuando me quedaba a dormir con mis primas que vivían ahí, las tías  juntaban los olivos del domingo de ramos y los tiraban al piso en una especie de ritual, para que el agua cese.
 Después con mis primas descubrimos otro secreto: las tías se llevaban un balde a la pieza, orinaban ahí adentro para no mojarse yendo al baño en medio de la lluvia. Ellas y sus hermanos se caracterizaron siempre por usar esos anteojos culo de sifón y por ser tan espontáneos, por dar amor desinteresado.
La Mariana murió a los 80 años, sin sufrir. Un día se despertó y estaba más del otro lado que aquí. Al poco tiempo murió la Elvira, le agarró tuberculosis. Aunque yo creo que más se murió de tristeza, porque ya estaba sola. 

lunes, 19 de mayo de 2014

FUTBOL VS FULBO

“Y no dice nada, no se escucha nada, le cerramos el culo a todas las hinchadas”, suena de fondo mientras uno camina al interior del estadio. A lo largo del pasillo imaginario que se hace entre la tribuna y el alambrado varias motos se estacionan. El sonido se hace más ensordecedor a medida que uno se acerca a la tribuna. Los cánticos son entonados por un  grupo de doscientos jóvenes, que en promedio no pasan los veinte años. Saltan acomparsados,  como un corazón que bombea sangre.  Esas  voces roncas de tanto gritar y ásperas por el fernet que circula en la ronda suenan en Villa Alem.
En uno de los cuadrantes de la barriada de la zona sur se emplaza el club Tucumán Central, nacido, a la sombra de los trenes. Porque al fin y al cabo donde hubo trenes hubo ingleses y de su mano llegó la redonda.  Los tucumanos que fueron niños por aquellos años, fueron criados a la sombra del futbol, o del "fúlbo". Bien a lo criollo. Así, como el galopante sonido del ferrocarril sobre las vías, golpean el bombo los jóvenes. Los barras. Porque al fin y al cabo son eso.
Son las cuatro de la tarde y el otoño en Tucumán es especial. Los más audaces se animan a la manga corta, los cobardes abrigan los brazos con una campera de “alita i’mosca” como se dice por aquí en el norte. El sol, dispone al corazón y  al paladar a engalanarse con las masas siesteras hechas de merengue y una especie de hojaldre barato. O porque no, a deleitarse pelando mandarinas al sol, aunque todavía no es época.
 La terna arbitral sale a la cancha  enfundada en un parpadeante y enceguecedor amarillo. Es el inicio. Se inaugura la liga Tucumana 2014. Tucumán Central, el rojo de Villa Alem recibe a Unión Aconquija, el equipo de Yerba Buena -una de las zonas residenciales de la capital-  que mezcla pobres, ricos, católicos y judíos detrás de un solo objetivo: la redonda, la caprichosa.
Mientras tanto, en una de las tres tribunas, quizás la más bonita, se mezclan camisetas de todos los clubes. Los nuestros y los de afuera. San Martín, Atlético y hasta el mismo Barcelona.  Como todo en esta vida el fenómeno tiene un porqué. La indumentaria no se vende al por mayor en las grandes firmas deportivas.  Es de macho salir a la calle con la camiseta del club de sus amores. Nunca se sabe si en el barrio puede vivir alguno de  la contra y Dios no quiera que ataque ferozmente a los colores. En la Liga no se juega por los autos de lujo, ni por la plata. Sólo se juega por el honor: del barrio, de la ciudad, por la pasión de los pueblos del interior. Desde el más grande, hasta el más chico.
Las otras dos tribunas están vacías.  La central, con estructuras de hierro a medio hacer, y un techo que quedó trunco y al descubierto refleja el progreso que algún día se estancó. La del frente, blanca, inmaculada, simplemente vacía,  habla a las claras de que mucha gente dejó de ir a la cancha, al fútbol de barrio, el de verdadera pasión y  sentimiento; en parte  desde que la primera categoría se mudó a la caja boba nacional, en parte por los antecedentes violentos del balonpié tucumano.
Entre la multitud hay un chico. Si los cálculos no fallan debe estar estrenando la mayoría de edad. No supera los ochenta kilos ni  tampoco el metro setenta. Tiene zapatillas de cuero. Bermudas rotas justo a la mitad del muslo, desde donde se asoma la orilla de su escandaloso bóxer. El pelo ondulado, ni muy corto ni muy largo,  a la medida justa. La barba está escondida detrás de una piel aún joven y sin imperfecciones. Lampiños los brazos, las piernas escasamente peludas. Escuálido. Él alienta agarrado de una tela tensada con los colores del club: rojo y azul. Prende la bengala que tiñe todas las gradas blancas de rojo y obliga a los presentes a esconder la boca en sus escotes para evitar intoxicarse con el humo. Le roba los palillos del redoblante a su camarada en un desborde repentino, en un asalto a la emoción y golpea el bombo, con furia, cuando el arco se ve movilizado por el gol del rival. Él putea, como buen fanático, y en ese insulto no tiene nada que envidiarle al Tano Pasman.   Él se ríe, toma del vaso de fernet comunitario que circula y que se recarga con la frecuencia con la que pasa el ómnibus.
En el campo de juego, que más que césped parece un potrero,   veintidós hombres corren detrás de una pelota.  Veintitrés  si se cuenta al árbitro.  Entre esos hombres surgen los más variados sentimientos. Desde orgullo por jugar en la primera, hasta la preocupación por un trabajo que quedó pendiente. Sí, eso último. Porque en la liga se juega y se trabaja. Se entrena a tiempo y contratiempo. Esas manos ajadas, ennegrecidas no son fruto del entrenamiento, sino producto de levantar paredes, de cortar troncos, césped, de hornear pan de madrugada. Nadie es amo ni señor, quizás, el más privilegiado sea un oficinista.  Pero en la liga, así como en la vida se trabaja al día. Ni siquiera son hombres, son "changuitos", que como los de la tribuna no superan los veinticinco  años, treinta como mucho.
Suena el silbato para bajar el telón a la obra teatral inaugural. Los barras beben el último sorbo de fernet del improvisado vaso de botella cortada y quemada en los bordes para que no lastime. En el campo de juego los protagonistas se dan la mano entre rivales, con desgano y  por obligación. Más  allá de todo lo que pase fuera del campo de juego, adentro son rivales. Los equipos se meten en el túnel y lo que sucede adentro para a ser un misterio desde ese instante y para toda la eternidad. Pues la charla de vestuario es secreta, como el secreto de confesión de los curas. Desde el búnker del equipo ganador se escuchan aplausos, "Nene Malo" a todo lo que da. Desde el local, el perdedor, un silencio sepulcral tiñe la onda sonora. Tres policías ingresan hasta el círculo central con escudos y cachiporras. Esa misma fuerza de seguridad que hace menos de seis meses liberó la ciudad para que sea zaqueada, es la que cuida del fútbol. La que protege a los árbitros para que no salgan lastimados, porque pase lo que pase, para la hinchada la culpa siempre será de ellos. Los colaboradores del club rescatan las pelotas perdidas, no se puede regalar ninguna. No hay  presupuesto para comprar más. El campo de juego finalmente queda vacío, como si nada hubiera pasado.

La tribuna se vacía lentamente: se van las pocas familias, se retiran los niños bajando con dificultad por las gradas sin protección. Los barras desatan las telas, guardan los bombos, hacen silencio, descienden de la tribuna con todos los atavíos alegóricos. Se suben a las motos estacionadas detrás del alambrado. Las arrancan y se retiran con la cabeza baja porque han perdido el duelo inicial. 

sábado, 10 de mayo de 2014

EN DIAS DE LLUVIA SE ME DA POR ESCRIBIR

Cuenta la leyenda y mi madre que el día que nací San Pedro lloró a más no poder. Eran las  seis y media de la tarde de un gris y mojado miércoles de otoño y  yo abrí los ojos en medio de un aguacero. Al señor del cielo se le ocurrió hacer llover como hacía mucho no sucedía. Inundó la ciudad y  mi madre, con mi abuela, tuvieron que esperar un par de horas para que llegue mi papá y  otras tantas más para que los que no sabían de mi existencia me conocieran. Mi papá no me vió nacer, porque antes no era como ahora. A principios del 90 las madres, o por lo menos la mía,  parían solas.
Hoy abrí los ojos como hace 23 años en un sábado otoñal y percibí el olor a tierra mojada, ese que antecede y que procede a la lluvia. Podría haberme quedado en la cama hasta tarde, pero preferí tomar impulso y hacer el itinerario del día porque la cama y la lluvia son el combo perfecto para hacerlo en compañía, no en soledad.
Hay algo que me llena de energía el cuerpo y me llena el alma de felicidad: los días oscuros y hoy fue uno de esos. Hoy es un día especial por un secreto.Una confidencia que conocemos sólo unos cuantos. Para qué negarlo.
Me levanté pensando en lo que quedó del sueño de la noche. Fue prohibido y pecaminoso  y con la persona menos indicada. Lo confieso.  Hace dos noches que sueño a ese sujeto: la primera, creo, porque me había olvidado de su cara y el inconsciente me lo recordó. Estaba en peligro y no podía llegar a ayudarlo por la lluvia. La segunda, soñé una fiesta, la pasábamos bien, bailábamos, nos reíamos y  la lluvia la suspendió. Quedé meditativa, como cuando uno espera la respuesta  y en el sueño te caés, y te despertás.  Igual que cuando suena el despertador.
Miré por la ventana. Todas las horas de la noche habían sido testigos del agua.  Me di cuenta que mi vida, también es testigo del agua. Disfruto de ella, siento las gotas de lluvia  en la punta de la nariz y  las gozo, recreo la vista y me quedo prendida de esas gotitas juguetonas que saltan en los charcos de la calle. La lluvia no para, ojalá nunca pare.
Nací bajo el agua, jugué en los charcos con mis amigas, leí mi primer libro bajo la lluvia, besé y  chapé bajo la lluvia - porque son dos cosas distintas-, me metí al mar bajo la lluvia, celebré mi recibida del secundario bajo la lluvia. Llevo un par de partidos y coberturas bajo la lluvia,  crucé el fin del mundo bajo el agua nieve, o la lluvia que es casi lo mismo. Lo conocí a El y me invitó a salir un día de lluvia, lo "gataflorié" y lo "histeriquié" un día de lluvia y le dije que sí un día de lluvia. Hice radio bajo la lluvia, filmé bajo la lluvia, escribí bajo la lluvia, me emborraché bajo la lluvia, me porté mal en una tormenta, reí y sobre todo lloré en la lluvia. Porque las gotas camuflan las lágrimas.


viernes, 28 de marzo de 2014

EL ARTE DEL PUNTO Y APARTE

Soy periodista. Sí. Convivo con los signos de puntuación. Pero, al fin y al cabo todos convivimos con ellos. Seamos periodistas, maestros, grandes empresarios, narcotraficantes o lustrabotas. El hecho es que ellos no sólo sirven para los textos. No señor, no son simples decoraciones de una idea, de una frase. Tampoco están porque si.
Pero lejos de  inmiscuirme en la cuestión gramatical vengo hablar de los signos de puntuación en el día a día. En la vida misma.
El punto, esa cosa insignificante, fea, insulsa, como la comida sin sal. Como el sándwich sin mayonesa. Eso que te da la misma sensación que te da cuando llegás a casa queriendo comer milanesas con papas fritas y tu vieja te espera con bocaditos de acelga y tortilla de zapallitos.
Así, tan pequeño, significa mucho más de lo que uno se imagina. Puede poner punto final a las cosas, y entiéndase por cosas las relaciones, las peleas, los conflictos, con uno y con el mundo que lo rodea. Separa gente, divide el mundo. Y lo divide en serio. Sino mirá: cuando  EEUU le puso el punto y aparte a la  URSS en la Guerra Fría, cuando el Diego le puso el punto final a Guillote y cuando Wanda le sacó la mitad de la billetera al Maxi (No, pará, esto último no iba)
Otra es la historia si le ponemos el tinte de punto y seguido. Y que peligroso se vuelve cuando es el plano amoroso. Es como cuando te enamorás de un pelotudo/a al que no querés ver más. Pero ¡Zas! te tira un par de chamuyos empalagosos al oído y volvés a caer. Eso, amiga/o mío es un punto y seguido, lamento informarte.
Los argentinos somos así, te despedís del amigo al que fuiste a visitar. Abrís la puerta del auto, te acordás de uno al que no cuereaste y te quedás media hora más conversando (esta acción se repite reiteradas veces hasta que caes en la cuenta de que pasaron más de dos horas y se hizo de  noche/día; tendrás problemas con tu pareja o simplemente se te hizo re tarde). Eso mi estimado es un punto y aparte.
Por último: la coma. La coma es un coso. Como ese mueble que no es ni mesita de luz, ni escritorio, ni mesa, es simplemente denominado mueble. Bueno, la coma es simplemente eso: la coma.
Por si no lo sabían, sirve para poner una pausa en la lectura y aplica la misma función en la vida. Lástima que siempre la ponen en el lugar equivocado. Por ejemplo cuando tu pareja estable o no, te dice: "No sos vos, soy yo, pero necesito un tiempo". Eso, es una coma. O un punto y aparte, no lo sé, lo dejo a tu criterio.






viernes, 21 de marzo de 2014

PASAJE A LA ILUSION

Hay historias que merecen ser contadas y otras que no, pero se las cuenta igual. Esta es una de esas. 
En esta sociedad donde todo el mundo tiene auto, yo y mi bolsillo aún disfrutamos de los viajes en colectivo. Algunos lo asocian a la palabra estrés.Sin embargo,  lejos de lo que muchos piensan, ese suele ser mi momento personal de relax. Disfruto de una buena lectura, de la música que me gusta en  los auriculares y sobre todo de observar a los compañeros ocasionales de viaje. 
Hoy, después del break del mediodía, me embarqué camino al trabajo en el "bondi". Abandoné la lectura que recién había comenzado, cuando me llamó la atención un tipo que subió, sin pagar pasaje. Sin pedir permiso. 
Pantalón bahiano, remera ancha con alguna inscripción rastafari. Zapatillas gastadas. Morral. Pelo rubio, largo, sin nada que envidiarle al Polaco Bastía. Empuñó la guitarra que tenía cruzada en la espalda y comenzó a entonar con voz impostada: " Vuelve a cantar el coyuyo, después de un año sin huella. Vuelve a renacer el grito marrón de la chacarera". Con una voz radial se auto presentó y prosiguió:"Voy a cantar   Cachito, campeón de Corrientes".

La guitarra ya no volvió a sonar. Directamente habló al son de las grandes manos del músico. Cuando tocó el último acorde no cosechó aplausos. Los aplausos son para los que dicen ser artistas. Él recibió sonrisas, como las merecen los vendedores de ilusiones. Después, se perdió por alguna intersección del Bajo.